“POPULISTA”, UN NUEVO INSULTO


(Por G. Maringoni en www.rodolfowalsh.org.ar)

La derecha inventó una forma de descalificar a quién se opone a ella: “populista”. Pero, ¿qué es el “populismo”?

La nacionalización plena de las riquezas del subsuelo boliviano generó un racimo de acusaciones al presidente Evo Morales. La mayor parte de ellas se debe a la dificultad de los medios y del conservadurismo de entender qué fue lo que sucedió en el país vecino. Otra parte viene de una clara mala fe. Una de las acusaciones más repetidas es la de que estaríamos delante de un gesto más de un “populismo retrógrado”.

Acusaciones
El término “populismo” ha sido tomado por el pensamiento conservador como pieza de acusación contra cualquier tentativa de ruptura con los estrechos caminos de la ortodoxia neoliberal. Quien se atreve a fortalecer el carácter público del estado e intentar materializar políticas distributivas de renta, será enseguida tildado de “populista” en las páginas y pantallas de la gran prensa nacional. Equiparando el término a la demagogia, a la mentira y al discurso vacío de políticos astutos para mantenerse en el poder. el término también fue maltratado y descalificado por cierta intelectualidad.
Es preciso examinar lo que significa “populismo” y lo que quieren decir los acusadores.

“Economist” entra en escena
La revista británica “Economist”, edición del 12 de abril último, publicó una nota titulada “El retorno del populismo”. Allí afirma que “la tan renombrada guiñada para la izquierda enmascara algo más complejo: el renacimiento de una influyente tradición latinoamericana”. Los nuevos dirigentes continentales son divididos en dos grupos. El primero estaría formado por “social-demócratas de izquierda moderada”, como Lula de Brasil, M. Bachelet de Chile, y Tabaré Vazquez de Uruguay. Un segundo grupo incluye a Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia y Kirchner. En este grupo estarían los “populistas”. La revista no consigue definir bien qué sería “populismo”. “El término generalmente describe un político que busca popularidad a través de los bajos instintos de los electores”. La revista nada dice del marketing político, que busca quitarle a la elección política cualquier rasgo de razón, centrándose básicamente en los aspectos emocionales y simbólicos de cada candidato.

Concepto elástico
La socióloga venezolana M. López Maya señala que “populismo no es, estrictamente hablando, ni un movimiento socio-político, ni un régimen, o un tipo de organización, sino fundamentalmente un discurso que puede estar presente en el interior de organizaciones, movimientos o regímenes muy diferentes entre sí”. Una clasificación general de lo que sería un líder populista, comúnmente aceptada, da cuenta de que se trata de un dirigente que establece canales directos con el pueblo, sin la mediación de instituciones, entidades o instancias.
El líder populista se relaciona con multitudes, por encima de los partidos, sindicatos, parlamentos, etc. Existe un componente centralizador en la figura del jefe populista, en donde, por la falta de mediadores, se vuelve la propia encarnación del Estado en el imaginario de las clases populares urbanas (por ej. Perón )

Bases objetivas
Pero no se puede examinar las manifestaciones del populismo apenas por sus aspectos exteriores o manifestaciones fragmentadas. Es necesario observar cuales son las base objetivas para su surgimiento. En primer lugar, es necesario verificar que el populismo se da prioritariamente en sociedades de capitalismo tardía, industrialización y urbanización aceleradas y desplazamiento de grandes contingentes de población del campo para la ciudad en cortos períodos de tiempo. Esos factores raramente estuvieron presentes en países de desarrollo industrial más extensivo, como sucedió en Europa y en los Estados Unidos.

Populismo actual
¿En qué aspecto las prácticas políticas de Hugo Chávez, Evo Morales y otros pueden ser caracterizadas como populistas y qué populismo es ése? En el caso de Chávez, por ejemplo, el está a kilómetros de distancia de la demagogia de sectores que se valieron de la práctica populista como forma de ejercer el dominio conservador.
Venezuela vive una crisis política y social profunda desde, al menos, 1983, cuando, por el alto endeudamiento y la caída de los precios internacionales del petróleo, el país literalmente quebró. En 1989 la situación se agudizó más aún. Después de un acuerdo con el FMI, firmado por el presidente Carlos Andrés Pérez, es anunciado un rígido paquete económico duplicando los precios internos de los combustibles, cortando gastos y empleos públicos e imponiendo un severo control fiscal a la economía.
Resultado: tres días después del anuncio, el 27 de febrero, una verdadera rebelión popular toma cuenta de Venezuela. Saqueos, desmanes, y manifestaciones contra el gobierno se suceden en las principales ciudades. El ejercito interviene con una brutalidad inigualable. El episodio quedó conocido como el Carachazo.
Se desmorona allí una arquitectura social y un padrón de convivencia construidos a lo largo de todo el siglo, teóricamente basado en la tolerancia y en el respeto a las diferencias. Y el país asiste a una amplia desarticulación de sus instituciones representativas, con la pérdida de legitimidad de la Justicia, del Parlamento, de los sindicatos y asociaciones de clase. La crisis económica se completaba con la crisis política. Hugo Chávez, que tentara una sublevación militar en febrero de 1992, surge en el contexto de esa crisis y se vuelve un líder extremamente popular de la noche al día.
Cuando gana las elecciones, Chávez se ve frente a una sociedad fragmentada y sin referencias institucionales con credibilidad. Sin marcos legales para se encuadrar, el se vale de su inmenso prestigio personal y de su agudísima intuición y osadía políticas. No había, en Venezuela, otro camino más que el de ejercer su liderazgo en línea directa con las masas.
Hay aquí un parecido distante con características de algunos países latinoamericanos en el siglo XX, relatada anteriormente: estamos frente a una sociedad en transformación acelerada, en proceso de definición de nuevos estructuras institucionales y políticas. No hay movimiento social organizado autónomamente en el país. En una frase, no existen puntos de apoyo. No se trataba -y no se trata- de una voluntad premeditadamente caudillesca y autoritaria, como acusan sus enemigos, sino a una adaptación a las condiciones objetivas encontradas.
Chávez no es sólo un líder, sino el principal y prácticamente el único garante del proceso político en curso en su país. No es para espantarse que su práctica tenga, de hecho, contornos populistas. Su populismo radical, no obstante, tiene características civilizadoras en la realidad venezolana. Al liderar el proceso constituyente y establecer nuevos parámetros de convivencia e incentivar la organización social, el mandatario venezolano busca rediseñar el Estado y su papel como ente público. Irónicamente, él es un populista que, al fortalecer la organización popular, va camino a acabar con el populismo.
En un punto, “Economist” tiene razón: “Una gran razón para la persistencia del populismo es la extrema desigualdad social en la región”. Es posible completar: desigualdad acentuada por la vigencia del neoliberalismo. Hay un trazo común en los países latinoamericanos que asisten al surgimiento de nuevos personajes políticos. Ellos entran en escena en la estera de la destrucción de normas y parámetros de convivencia social e institucional de los últimos 15 años. Y los liderazgos que surgen son más o menos populistas, de acuerdo con cada situación.

En resumen
1) Nadie es populista porque y cuando quiere. Eso corresponde a necesidades históricas objetivas;
2) El populismo permitió la entrada de las masas empobrecidas en el escenario político latinoamericano;
3 La acusación de “populista” hecha por la derecha en la actualidad busca encubrir el debate sobre las alternativas al pensamiento único;
4) El populismo no es en sí, positivo o negativo. El centro de la cuestión es: la devastación neoliberal debilitó parámetros de convivencia institucionales. Recuperarlos muchas veces -como muestra el caso venezolano- ha sido tarea de dirigentes con capacidad de relacionarse en línea directa con la población.

Todo esto es teoría. En la práctica, la derecha odia a los populistas, por sobre todo, porque en el término está implícita la palabra “pueblo”.

No hay comentarios: