EL MOMENTO DE AMÉRICA LATINA, SEGÚN NOAM CHOMSKY


(Fuente: www.rebelion.org, entrevista de Bernie Dwyer)

Para América Latina, según el intelectual norteamericano, llegó la hora de la confianza y la esperanza. Confianza y esperanza basadas en el proceso abierto hacia la independencia real que han emprendido países como Venezuela, Argentina y Bolivia, abriendo vías que ahora, a diferencia de lo sucedido en las últimas décadas, sí parecen posibles.

-Recuerdo una canción irlandesa titulada "El despertar del oeste" en memoria de la insurrección de 1798. Habla de cómo el oeste de Irlanda permaneció dormido durante centenares de años bajo el dominio británico y de cómo despertó de su sueño y se alzó contra el opresor. ¿Podemos empezar a tener la esperanza de que el Sur se haya despertado?

-Lo que está ocurriendo es algo completamente nuevo en la historia del hemisferio. Desde la conquista española, los países de América Latina han permanecido muy separados los de los otros y orientados hacia la potencia imperial. Hay también una acusada fractura entre la reducida élite de los ricos y la inmensa población víctima de la pobreza. Las élites sacaban fuera su capital, viajaban, poseían segundas residencias, enviaban a sus hijos a estudiar a cualquier país europeo con el que tuvieran conexión, hasta sus sistemas de transporte estaban orientados hacia el exterior para la exportación de recursos, etc. Por primera vez esos países están empezando a integrarse de unos cuantos modos diferentes. Venezuela y Cuba son uno de esos casos. El Mercosur, que todavía no funciona demasiado, es otro caso. Venezuela, por supuesto, acaba de incorporarse a Mercosur, lo cual significa un gran paso adelante, acogido en forma entusiasta por los presidentes de Argentina y Brasil.
Por primera vez, la población indígena está dando muestras de actividad política. Acaban de ganar unas elecciones en Bolivia, lo que es un hecho muy notable. Existe una enorme población indígena en el Ecuador, incluso en el Perú, y algunos de ellos hacen llamamientos en favor de una nación indígena. Quieren controlar sus propios recursos. De hecho, muchos ni siquiera desean ver esos recursos explotados. Hay muchos que no ven qué sentido tiene ver cómo se destroza su cultura y su estilo de vida para que la gente pueda pasarse el rato en los atascos de tráfico de Nueva York.
Además de eso están empezando a mandar a paseo al Fondo Monetario Internacional. En épocas pasadas, los Estados Unidos podían impedir acontecimientos no deseados, como la independencia de América Latina, mediante la violencia, dando su apoyo a golpes militares, a la subversión, invasiones, etc. Ese esquema ya no funciona tan bien. La última vez que lo intentaron, el año 2002 en Venezuela, los Estados Unidos hubieron de dar marcha atrás ante las multitudinarias protestas de toda América Latina y, como es sabido, el golpe fue abortado desde el interior. Todo esto es muy nuevo.
Si los Estados Unidos pierden sus armas de control económico, quedan seriamente debilitados. Argentina, precisamente, está liberándose del FMI, como dicen en ese país. Están saldando sus deudas con el FMI. Las reglas del FMI que antes seguían han producido efectos completamente desastrosos. En esa tarea recibe la ayuda de Venezuela, que está comprando parte de la deuda argentina. Bolivia probablemente haga lo mismo. Bolivia ha aplicado rigurosamente durante 25 años las reglas impuestas por el FMI. La renta per cápita es actualmente inferior a la de hace 25 años. Quieren acabar con eso. Los demás países están haciendo lo mismo. El FMI es básicamente el ministerio de finanzas de los Estados Unidos. Es el arma económica que, junto con el arma militar, sirve para mantener el control. Ese mecanismo empieza a desmantelarse.
Todo esto tiene lugar sobre el telón de fondo de la actividad de importantes movimientos populares que, en la medida en que existieron en el pasado, fueron aplastados por la violencia, el terrorismo de Estado, la operación Cóndor, una monstruosidad tras otra. De esas armas ya no es posible echar mano.

-De lo que usted dice parece desprenderse que los Estados Unidos están perdiendo la guerra ideológica y tratan de compensarlo elevando su presencia militar en la región. ¿Diría usted que Cuba es un elemento clave como alentador y quizás inductor de los que está ocurriendo ahora mismo en América Latina?

-Fidel Castro, independientemente de lo que la gente pueda pensar de él, es un héroe en América Latina, ante todo porque plantó cara a los Estados Unidos. Es la primera vez en la historia del hemisferio que alguien planta cara a los Estados Unidos. A nadie le gusta estar bajo la bota, pero no son capaces de hacer nada para impedirlo. Así que ya sólo por esa razón es un héroe de América Latina. Lo mismo ocurre con Chávez. La cuestión ideológica que usted acertadamente plantea es el impacto del neoliberalismo. Es realmente llamativo, es una verdad aplastante, que durante los últimos 25 años los países que han hecho suyas las reglas neoliberales han sufrido una auténtica catástrofe económica y que, en cambio, los países que ignoraron esas reglas han crecido y se han desarrollado. Asia oriental se ha desarrollado rápidamente en gran parte por haber ignorado esas reglas. De Chile se afirma que es una economía de mercado, pero ésa es una afirmación muy engañosa: su principal exportador es una eficiente empresa estatal del cobre nacionalizada en tiempos de Allende. No es muy frecuente encontrar correlaciones como ésta en economía. La adhesión a las reglas neoliberales ha ido unida al fracaso económico, y su violación, al éxito: es muy difícil no darse cuenta de esto. Quizá algunos economistas no lo vean, pero la gente sí lo ve: lo viven cada día. Sí, la gente se está rebelando contra eso. Cuba es un símbolo. Venezuela es otro. Y también Argentina, cuando se recuperó de la catástrofe provocada por el FMI violando las reglas y haciéndolo de manera descarada, para luego enviar a paseo al FMI. Pues bien, ésta es la cuestión ideológica. El FMI no es más que una etiqueta que encubre un arma económica de dominación, y ahora está haciendo aguas.

-¿Por qué cree usted que el actual movimiento es diferente de la lucha que tuvo lugar anteriormente en Chile, por ejemplo cuando lograron derrocar la dictadura militar? ¿Qué es lo que le hace sentirse más esperanzado ante la fase actual del proceso de liberación de América Latina?

-Ante todo, hubo esperanza en América Latina en los años sesenta, pero fue aplastada por la fuerza. Chile se encaminaba hacia alguna forma de socialismo democrático, pero ya sabemos lo que ocurrió. Fue aquel primer 11 de septiembre, en 1973, que constituyó una auténtica catástrofe. La dictadura chilena, que es una historia de horrores, condujo también al desastre económico de Chile, provocando la peor recesión de su historia. Los militares cedieron entonces el poder a los civiles. Todavía es así: Chile no se ha liberado todavía del todo. Sólo se ha liberado parcialmente de la dictadura militar; y en los demás países esto es aún más verdad.
Por ejemplo, recuerdo de un viaje que hice por Chile hace un par de años, que la broma más corriente era que la gente decía que ojalá los militares chilenos hubieran sido lo bastante estúpidos como para entrar en guerra con Francia o alguna otra gran potencia, de forma que hubieran sido aplastados y desacreditados, y así la gente sería libre de la manera que lo era en Argentina, donde los militares se habían desacreditado por su derrota militar.
Pero de todos modos se ha ido dando un lento proceso en cada uno de esos países: Argentina, Brasil, Bolivia, un proceso de derrocamiento de las dictaduras dominantes -las dictaduras militares- casi siempre apoyadas y algunas veces establecidas por los Estados Unidos. Ahora esos países se están apoyando entre sí y los Estados Unidos no pueden recurrir a las mismas políticas de siempre.
Tomemos como ejemplo Brasil: si Lula hubiera estado gobernando en 1963, los Estados Unidos habrían hecho exactamente lo que hicieron cuando Goulart era presiden­te en 1963. El gobierno de Kennedy planeó exactamente una dictadura militar. Y se produjo un golpe militar que acabó con aquel gobierno. Eso ocurría en todo el hemisferio.
Ahora hay muchas más esperanzas porque eso no pueden hacerlo y porque existe cooperación. Se dan también pasos hacia la independencia, hay una estrategia política, económica y social, se defiende el acceso a los propios recursos, se establecen cambios sociales de una naturale­za tal que podría resolver los tremendos problemas inter­nos de América Latina, que son realmente temibles. Y una gran parte de los problemas de América Latina son simplemente internos. En América Latina, los ricos no han tenido nunca el menor sentido de la responsabilidad. Han hecho siempre lo que han querido

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OSVALDO BAYER: “KIRCHNER ES EL PRESIDENTE DE MÁS CORAJE CIVIL DESDE 1983”


(Entrevista por A. González Toro, en Revista Ñ, Clarín, 06/01/07)


-¿Qué opina de la política de derechos humanos del presidente Kirchner?

-Sin duda, ha sido el Presidente de más coraje civil desde 1983. Un hecho me llegó muy hondo: yo hice un filme para la televisión alemana, “Panteón militar”; allí denuncié que el retrato del general Videla estaba en la sala del Colegio Militar donde se reunían los cadetes: Pedí que se sacara esa foto: Por suerte, 12 años después, Kirchner lo hizo retirar.

-Sin embargo ese retrato no fue retirado: los originales desaparecieron misteriosamente la noche anterior a la ceremonia (Kirchner retiró otro en su lugar) y aún no se sabe qué fue de ellos.

-Que los militares hayan retirado los cuadros originales de Videla y Bignone no tiene importancia. Lo importante es que sus retratos no están más “adornando” las paredes del colegio donde se forman los futuros oficiales. El de Videla, por ser el “desaparecedor” de la historia argentina y el de Bignone por haber entregado a dos soldados conscriptos a los desaparecedores. En el ejército alemán –del cual los militares argentinos tomaron siempre ejemplo- fue una norma que los oficiales más que debían defender siempre a sus soldados, por más que estos se equivocaran. Es decir, Bignone tendría que haber sido un verdadero abogado defensor de ellos ante las acusaciones y haber exigido un juicio militar para esos soldados actuando él como defensor. Pero no lo hizo, los traicionó y los “desapareció”. Es un desleal y un criminal. ... Otro aspecto positivo de la política de derechos humanos es la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Y ahora ya se está juzgando públicamente a los asesinos. Ese es el camino que tendríamos haber hecho en 1983.

-¿Cree que las relaciones de fuerza, en ese momento, habrían permitido hacerlo?

-Creo que estaban dadas. y si no hubiera estado Alfonsín tendría que haberlas creado. Pero ésa no era su intención. Alfonsín, durante la dictadura se fue a vivir a Chascomús. A mí me han contado las Madres de Plaza de Mayo que fueron a verlo en los peores momentos de la dictadura; él estaba pescando en la laguna. No quiso ni recibirlas.

-¿No subestima la importancia del juicio a las Juntas Militares, ordenado por Alfonsín?

-No, no lo subestimo. Debido a las exigencias de los organismos de derechos humanos, él tenía que hacer algo. Entonces pasa el juicio al Tribunal Militar, que por supuesto los dejó a todos libres de culpa y cargo. Y también por la presión de estos organismos, se creó la CONADEP, que para mí fue una gran falsedad porque se formó con gente “relevante” de la sociedad, en vez de haberse creado una comisión bicameral para que se investigara todo bien a fondo. Entre esos “notables” estaba Ernesto Sábato. Con él, también estaba la señora Magdalena Ruiz Guiñazú, que había sido funcionaria, durante la dictadura, nada menos que de Martínez de Hoz...Por supuesto que algo se hizo, pero no sirvió para mucho. No se investigó a los culpables a fondo. Se publicaron las denuncias de los que estuvieron prisioneros, o las de sus parientes...

-La sociedad argentina, ¿tiene memoria o prefiere el olvido?

-Lo que más me molestó fueron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En 1961, cuando todavía se juzgaba a los asesinos alemanes de Auschwitz, el fiscal Fritz Bauer dijo: “No puede haber obediencia debida con los crímenes de lesa humanidad. Por ejemplo, precisó, si a un soldado se le ordena fusilar a un niño, el soldado tiene que negarse aunque pierda la vida”. Una vez le dije al ministro del Interior radical, Federico Storani: Me acuerdo bien que usted levantó la mano para votar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Él miró al infinito y dijo: “Sí, pero se me fue el alma”.

-En 2005, a propósito de un testimonio sobre el Ejército Guerrillero del Pueblo que lideró Ricardo Massetti en Salta y que ejecutó a dos de sus “combatientes”, el filósofo Oscar del Barco escribió: “Somos responsables de esos asesinatos”. ¿Qué opina de esta postura, que abrió una polémica entre quienes fueron militantes o simpatizaron con la lucha armada?

-Es muy fácil declarar asesinos a la juventud que tomó el camino de la guerrilla. Ese es el trabajo que me tomé en mi libro Severino Di Giovanni donde trato de señalar que cuando hay violencia de arriba es inevitable que surja la violencia de abajo. Los golpes militares justificaron todas las reacciones. El bombardeo de la Plaza de Mayo, la operación Masacre, Onganía con la noche de los Bastones Largos, Lanusse y Trelew, Ezeiza, Las Tres A, y la desaparición con Videla son motivos más que crueles para comprender las reacciones. Yo estuve en contra de la guerrilla, estaba más de acuerdo con Agustín Tosco y su Cordobazo: la protesta con la gente en la calle, creo que ese hubiera sido el camino para terminar con la violencia de arriba y por ende, la de abajo.

-Usted parece tenerle una inquina especial a Ernesto Sábato. En uno de sus textos, recuerda las palabras que Sábato pronunció el 19 de mayo de 1976, tras una entrevista con el dictador: “El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y su cultura”.

-No soy peronista, pero no le perdono una frase en su libro El otro rostro del peronismo: “Perón era un resentido, como buen hijo natural”. No se puede decir eso. Menos un intelectual de izquierda como se dice él.

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