Por Juan Pablo Rodoni
Arturo Jauretche (1901-1974) escapaba al rótulo de intelectual. Cuando admitió el término, lo hizo con una aclaración: él era un “intelectual reo”. Reo por su sabiduría surgida de libros y de la calle; por ir de frente y sin dejar que nada lo sujete. Temía ser confundido con los que llamaba “intelectuales puros”, aquellos que creen ser los únicos capacitados para entender lo que sucede; que no ven las cosas desde aquí; que defienden grandes valores universales pero nunca al hombre concreto; que contemplan los conflictos sin arriesgar nunca “el cuero”.
Pero, ¿intelectual para qué?: todos los escritos de Jauretche buscan consolidar una “posición nacional”: a la que él definía como “una línea política que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes.”
Por su pensamiento nacional y popular Jauretche adhirió al radicalismo y al peronismo. Hacia 1927 se acercó al Yrigoyenismo, considerando que allí se encontraba la expresión genuina de la nación y el pueblo. Y tras el golpe de 1930 enfrentó a la restauración conservadora en huelgas universitarias, en la lucha partidaria, y en la lucha revolucionaria.
En 1935 impulsó la creación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto a M. Ortiz Pereyra, H. Manzi, R. Scalabrini Ortiz, etc. Esta agrupación tenía dos objetivos principales: por un lado, retomar, dentro de la U.C.R. las banderas yrigoyenistas; por otro, enfrentar a la oligarquía gobernante, denunciando la verdadera situación del país, como sostenían en la declaración de la conformación de FORJA: “SOMOS UNA ARGENTINA COLONIAL, QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE”.
Desde FORJA, comenzó a trascender el pensamiento nacional y popular. Este pensamiento era algo nuevo y original. Entre los temas que desarrollaban estaba la exaltación del federalismo y del yrigoyenismo; la denuncia de los escándalos políticos (el fraude, la injerencia británica, etc); propuestas para que Argentina dejara su condición de dependiente (industrialización, nacionalización de los ferrocarriles); etc.
También era novedoso el lenguaje en el que se expresaban. Jauretche fue quien comenzó a popularizar términos como “Oligarca”, “Vendepatria”, “Cipayo”, “Descamisado”, que luego serían sello del discurso peronista.
No eran sólo semejanzas de términos; había coincidencias de fondo, véase como ejemplo, su crítica a la “democracia formal”, que sostendría posteriormente Perón: “La cosa es sencilla: se nos quiere hacer pasar por democracia el mantenimiento del parlamento, la justicia, las instituciones, es decir, lo formal que el Régimen maneja. Para nosotros la democracia es el gobierno del pueblo con o sin parlamento, con o sin jueces, y si el pueblo no gobierna, las instituciones no son más que las alcahuetas de la entrega.”
No eran coincidencias: Perón leía los cuadernos de FORJA. Y tras el golpe de 1943, Jauretche se entrevistó con Perón convenciéndose que el entonces coronel era el indicado para llevar a cabo las ideas de FORJA, iniciando así un contacto fluido entre ambos. Tras el 17 de octubre de 1945 FORJA se disolvió considerando que sus finalidades estaban cumplidas con el surgimiento del peronismo.
En 1946, fue nombrado presidente del Banco Provincia, cargo al que renunció en 1950. Los motivos para su alejamiento sólo los dio a conocer tras la caída de Perón, ya que había decidido callar toda crítica, para no hacerle el juego a la oposición: “Había desacuerdos. Pero me llamé a silencio. Porque sabía que, con todos sus defectos, la caída de Perón significaba la vuelta de la oligarquía y el imperialismo”.
Tras la Revolución Fusiladora, continuó su lucha publicando una serie de libros, entre los que se destacan: Los profetas del odio y la yapa (la colonización pedagógica), en el que desentraña la existencia de una superestructura cultural que impide el conocimiento de nuestra dependencia colonial; Manual de zonceras argentinas, en el que enumera las zonceras que nos han inculcado y repetimos sin analizar, impidiendo el desarrollo de un pensamiento nacional; y Política nacional y revisionismo histórico, donde desnuda “la política de la historia” que impide la formación de una conciencia histórica nacional y, por lo tanto, la concreción de una política nacional.
¿Fue Jauretche peronista?
Para calificar su posición política él prefería utilizar el término “nacional”, y sostenía que luchaba por una sola causa, la liberación del país: “De tal manera mi actuación en la política militante no ha estado regida por la adhesión a hombre alguno ni a estructura partidaria, sino en la medida que estos han sido instrumentos de esa causa” En este mismo sentido, agregaba que él estuvo, y estaría, con cualquier movimiento que expresara “...las soluciones nacionales, que son soberanía, independencia económica y justicia social, lo diga Perón, Plaza o Mongo Aurelio.”
Para Jauretche los dos primeros gobiernos de Perón fueron una etapa más en la larga empresa de emancipación nacional, que en un futuro, tarde o temprano, terminaría por concretarse. Y, en su opinión, para que ello ocurriese era necesario la autocrítica. Así es que en sus escritos analizó los errores cometidos por el peronismo entre 1946 y 1955. Errores que no eran muchos, pero que, a su juicio, permitieron la concreción de la revolución fusiladora: la burocratización del movimiento y la subestimación de lo intelectual dentro del mismo; la creación de una burocracia cortesana alrededor de Perón; el mal manejo de las relaciones del peronismo con los sectores medios (como el uso masivo de una propaganda centrada en aspectos superficiales sin hacer comprender a esos sectores que ellos también eran beneficiarios del crecimiento económico )
Vemos que sus críticas no caen en los lugares comunes de señalar la falta de libertades, ya que, como afirmaba, él sufrió esa falta de libertad antes, durante y después de los gobiernos de Perón, pero también sostenía: “entre las dos carencias de libertad, prefiero optar por la que me cierra la boca, pero que defiende al país, y me la cierra confesada y francamente, a la que me cierra la boca para impedir que defienda al país...Esos son los términos del problema, la encrucijada cuyos dos caminos parecen conducir a la opresión pero con esta diferencia: una opresión es hija del interés nacional, la otra del interés antinacional.”
Mas allá de los errores antes señalados, su balance de los dos primeros gobiernos peronistas era más que positivo: “Feliz nuestra generación que vivió después de 1943 los días de la PATRIA GRANDE, que no pudieron ver sus padres. ...hubo errores, crímenes, peculados, injusticias, lo mismo que en los días de la PATRIA CHICA. Pero se hizo historia, se echaron bases, que no serán abolidas porque están consolidadas en la conciencia de los argentinos. Se lograron conquistas, y la fundamental, una clara conciencia en el pueblo, que no permitirá la vuelta atrás.”
Para finalizar podemos decir que la acción de Arturo Jauretche debe servir de ejemplo. Toda su vida ha sido una lucha constante por realizar el destino de grandeza para nuestro pueblo y nuestra nación. Lucha que llevó adelante arriesgando “el pellejo”, con modestia y escasos recursos; cuestionando al pensamiento dominante, aunque corriera el riesgo de convertirse en un marginal, desnudando nuestras zonceras; reconociendo errores; defendiendo a la patria sin apelar al tono de acto escolar ni de marcha militar.
Si es difícil repetir su lucha, al menos podemos recurrir, a su optimismo, ya que Jauretche estaba convencido de que nada grande se puede hacer con la tristeza: "nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas… Por eso venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo".
Arturo Jauretche (1901-1974) escapaba al rótulo de intelectual. Cuando admitió el término, lo hizo con una aclaración: él era un “intelectual reo”. Reo por su sabiduría surgida de libros y de la calle; por ir de frente y sin dejar que nada lo sujete. Temía ser confundido con los que llamaba “intelectuales puros”, aquellos que creen ser los únicos capacitados para entender lo que sucede; que no ven las cosas desde aquí; que defienden grandes valores universales pero nunca al hombre concreto; que contemplan los conflictos sin arriesgar nunca “el cuero”.
Pero, ¿intelectual para qué?: todos los escritos de Jauretche buscan consolidar una “posición nacional”: a la que él definía como “una línea política que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes.”
Por su pensamiento nacional y popular Jauretche adhirió al radicalismo y al peronismo. Hacia 1927 se acercó al Yrigoyenismo, considerando que allí se encontraba la expresión genuina de la nación y el pueblo. Y tras el golpe de 1930 enfrentó a la restauración conservadora en huelgas universitarias, en la lucha partidaria, y en la lucha revolucionaria.
En 1935 impulsó la creación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto a M. Ortiz Pereyra, H. Manzi, R. Scalabrini Ortiz, etc. Esta agrupación tenía dos objetivos principales: por un lado, retomar, dentro de la U.C.R. las banderas yrigoyenistas; por otro, enfrentar a la oligarquía gobernante, denunciando la verdadera situación del país, como sostenían en la declaración de la conformación de FORJA: “SOMOS UNA ARGENTINA COLONIAL, QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE”.
Desde FORJA, comenzó a trascender el pensamiento nacional y popular. Este pensamiento era algo nuevo y original. Entre los temas que desarrollaban estaba la exaltación del federalismo y del yrigoyenismo; la denuncia de los escándalos políticos (el fraude, la injerencia británica, etc); propuestas para que Argentina dejara su condición de dependiente (industrialización, nacionalización de los ferrocarriles); etc.
También era novedoso el lenguaje en el que se expresaban. Jauretche fue quien comenzó a popularizar términos como “Oligarca”, “Vendepatria”, “Cipayo”, “Descamisado”, que luego serían sello del discurso peronista.
No eran sólo semejanzas de términos; había coincidencias de fondo, véase como ejemplo, su crítica a la “democracia formal”, que sostendría posteriormente Perón: “La cosa es sencilla: se nos quiere hacer pasar por democracia el mantenimiento del parlamento, la justicia, las instituciones, es decir, lo formal que el Régimen maneja. Para nosotros la democracia es el gobierno del pueblo con o sin parlamento, con o sin jueces, y si el pueblo no gobierna, las instituciones no son más que las alcahuetas de la entrega.”
No eran coincidencias: Perón leía los cuadernos de FORJA. Y tras el golpe de 1943, Jauretche se entrevistó con Perón convenciéndose que el entonces coronel era el indicado para llevar a cabo las ideas de FORJA, iniciando así un contacto fluido entre ambos. Tras el 17 de octubre de 1945 FORJA se disolvió considerando que sus finalidades estaban cumplidas con el surgimiento del peronismo.
En 1946, fue nombrado presidente del Banco Provincia, cargo al que renunció en 1950. Los motivos para su alejamiento sólo los dio a conocer tras la caída de Perón, ya que había decidido callar toda crítica, para no hacerle el juego a la oposición: “Había desacuerdos. Pero me llamé a silencio. Porque sabía que, con todos sus defectos, la caída de Perón significaba la vuelta de la oligarquía y el imperialismo”.
Tras la Revolución Fusiladora, continuó su lucha publicando una serie de libros, entre los que se destacan: Los profetas del odio y la yapa (la colonización pedagógica), en el que desentraña la existencia de una superestructura cultural que impide el conocimiento de nuestra dependencia colonial; Manual de zonceras argentinas, en el que enumera las zonceras que nos han inculcado y repetimos sin analizar, impidiendo el desarrollo de un pensamiento nacional; y Política nacional y revisionismo histórico, donde desnuda “la política de la historia” que impide la formación de una conciencia histórica nacional y, por lo tanto, la concreción de una política nacional.
¿Fue Jauretche peronista?
Para calificar su posición política él prefería utilizar el término “nacional”, y sostenía que luchaba por una sola causa, la liberación del país: “De tal manera mi actuación en la política militante no ha estado regida por la adhesión a hombre alguno ni a estructura partidaria, sino en la medida que estos han sido instrumentos de esa causa” En este mismo sentido, agregaba que él estuvo, y estaría, con cualquier movimiento que expresara “...las soluciones nacionales, que son soberanía, independencia económica y justicia social, lo diga Perón, Plaza o Mongo Aurelio.”
Para Jauretche los dos primeros gobiernos de Perón fueron una etapa más en la larga empresa de emancipación nacional, que en un futuro, tarde o temprano, terminaría por concretarse. Y, en su opinión, para que ello ocurriese era necesario la autocrítica. Así es que en sus escritos analizó los errores cometidos por el peronismo entre 1946 y 1955. Errores que no eran muchos, pero que, a su juicio, permitieron la concreción de la revolución fusiladora: la burocratización del movimiento y la subestimación de lo intelectual dentro del mismo; la creación de una burocracia cortesana alrededor de Perón; el mal manejo de las relaciones del peronismo con los sectores medios (como el uso masivo de una propaganda centrada en aspectos superficiales sin hacer comprender a esos sectores que ellos también eran beneficiarios del crecimiento económico )
Vemos que sus críticas no caen en los lugares comunes de señalar la falta de libertades, ya que, como afirmaba, él sufrió esa falta de libertad antes, durante y después de los gobiernos de Perón, pero también sostenía: “entre las dos carencias de libertad, prefiero optar por la que me cierra la boca, pero que defiende al país, y me la cierra confesada y francamente, a la que me cierra la boca para impedir que defienda al país...Esos son los términos del problema, la encrucijada cuyos dos caminos parecen conducir a la opresión pero con esta diferencia: una opresión es hija del interés nacional, la otra del interés antinacional.”
Mas allá de los errores antes señalados, su balance de los dos primeros gobiernos peronistas era más que positivo: “Feliz nuestra generación que vivió después de 1943 los días de la PATRIA GRANDE, que no pudieron ver sus padres. ...hubo errores, crímenes, peculados, injusticias, lo mismo que en los días de la PATRIA CHICA. Pero se hizo historia, se echaron bases, que no serán abolidas porque están consolidadas en la conciencia de los argentinos. Se lograron conquistas, y la fundamental, una clara conciencia en el pueblo, que no permitirá la vuelta atrás.”
Para finalizar podemos decir que la acción de Arturo Jauretche debe servir de ejemplo. Toda su vida ha sido una lucha constante por realizar el destino de grandeza para nuestro pueblo y nuestra nación. Lucha que llevó adelante arriesgando “el pellejo”, con modestia y escasos recursos; cuestionando al pensamiento dominante, aunque corriera el riesgo de convertirse en un marginal, desnudando nuestras zonceras; reconociendo errores; defendiendo a la patria sin apelar al tono de acto escolar ni de marcha militar.
Si es difícil repetir su lucha, al menos podemos recurrir, a su optimismo, ya que Jauretche estaba convencido de que nada grande se puede hacer con la tristeza: "nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas… Por eso venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo".
3 comentarios:
Muy buen artículo.
Nos re sirvió para un tp para el cole:)
GRACIAS!!!
juan pablo rodoni, de bahía blanca, escuela normal superior?
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